… y que poco a poco cuento con la perspectiva adecuada.
Las Palmas tiene un aspecto horrible, insospechado, el olor se hace cada vez más insoportable de seguir, la mano izquierda me duele incluso cuando escribo estas líneas, la eme oscura, cruel, que me castiga la mano izquierda me impide casi escribir pero hago un esfuerzo para relatar lo último y concluir.
Durante todo el día del sábado estuve inquieto, apenas dormí bien cuando llegué de la cena en El Valle con los adorables jóvenes de más de sesenta años.
Una sensación de pesadumbre se iba adaptando a mi cuerpo, los picores nocturnos me atacaron con violencia, tuve ganas de drogarme, de volver a tomar los pastillas que durante tanto tiempo adormecía y aquietaba mi alma, mi mente, mi cuerpo.
En mis sueños se revelaron las partes oscuras de mi alma, el dolor que me ha hecho andar por la vida como un zombi sin tener claro un objetivo que me permitiese continuar mis pasos.
En mis sueños maltraté gatos, los torturaba, hasta hacerlos morderme y disfrutar con el dolor de sus dentelladas y arañazos hasta que al final conseguía asesinarlos.
El mar se llenaba de peces muertos.
Y el gran sueño, el que siempre me ha acompañado a lo largo de mi vida, el horror del final de todo.
Sólo, en la calle, en Las Palmas, todo en silencio, las aceras vacías, ningún coche, y a lo lejos humo, una explosión había pasado, la temible central nuclear – eterna – que explota en mis sueños y termina con todo.
Supe que todo el mundo huía hacia las montañas, andaba inquieto por las personas a las que yo quería. Todo era de color gris, triste, olía a muerto, mi mente buscaba una mirada cómplice que me ayudara en esa soledad sola de espanto.
Miedo, Miedo, Miedo, sentí el miedo mientras veía el humo del Gran Edificio Gris asomar entre el resto con el humo de muerte.
No me explicaba cómo seguía vivo, porqué a mí no me afectaban los gases tóxicos, quería huir pero ¿A dónde? ¿Dónde podía ir si todo estaba abocado a la destrucción?
Lloraba de ansiedad, me encontraba solo, lleno de muerte.
Todo había muerto, no había futuro, nadie con quién hablar.
Alguien se acercaba en mi sueño, una cara familiar, me llenaba de reproches, de intentar cambiar.
– ¿Quién eres?
– ¿Quién te crees que eres para evitar lo inevitable? ¿Quién te crees tú para deshacer lo que sucederá?
Me mirada con esos ojos acusadores.
– ¿Porqué me hablas así? ¿Qué quieres de mí?
– No llegarás a nada, no sabrás tocar la guitarra, no sabrás escribir, no intentes nada, todo es difícil, no, no, no, no, no…. Ten miedo, mira, ¿Ves? Toma esto, bébetelo, te sentirás mejor.
Me enseñó las pastillas de las que he estado huyendo hace tiempo.
– ¡No! ¡No! No quiero nada de eso.
– Sí lo deseas, lo quieres, sabes que todo es una mierda, no sabrás tocar la guitarra, no sabrás cantar, no sabrás componer, no conseguirás estudiar, no vivirás feliz, mamá no te quiere, papá no te quiere, no conseguirás amar ni que te amen.
Miles de voces conocidas sonaban por la boca de ese ser del que podría definirlo sí, como un ser, porque tenía la certeza de tener una forma humana, pero era oscuro, su cara era vagamente familiar, y a medida que sus palabras me iban golpeando iba siendo cada vez más reconocible.
– Anda, tómalas, están aquí, te sentirás mejor, dejarás de ver emes, palabras escritas por la calle, dejarás de sufrir, de temer nada, ¡Míralas!
Yo era un niño pequeño asustado, ante el gigante que me ofrecía la felicidad del asesinato de mis sentimientos.
No pasaba nadie por la calle, el humo de la central lo iba envolviendo todo cada vez más, el cuerpo del Acusador era parte de ese gas tóxico.
– Dios… ¿Quién me puede ayudar?
– Tu vida está abocada al fracaso, mírate, ¿Qué has conseguido? ¿Qué has hecho? Nada, no has hecho nada.
Otra voz.
– Trabaja, no estudies. Mi abuelo.
– Inútil, gandul. Mis profesores de la escuela.
– Eres un mierda. Papá.
– Entiende a tu padre, el te quiere. Mamá.
– Tu madre es una alcohólica. Agaete con mil ojos.
– Mieeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeedo ten Mieeeeeeeeeeeeeeeeeedooooooooooooo.
No paré de llorar, todas las voces iban cambiando, eran las personas que me han hecho, que vivían y ardían en mi pecho.
– ¡Vete a la tienda a comprarme el ron! Papá.
– Hazle caso a tu padre. Mamá.
– No cuidas bien a tu abuela, no cuidas bien a tu abuelo. Mis tias.
– Esta no es tu casa, haznos sentir que la casa es nuestra. Mi tio.
La sombra que me acusaba me miró con autocomplacencia, me alargó las pastillas, me invitaba a tomarlas de nuevo.
– Todo el dolor se acabará. Todas las voces conocidas. – Sé como nosotros. No crezcas, siempre tendrás problemas, siempre serás un amargado, siempre tendrás depresiones, no crezcas, sé como nosotros. S O M O S T U F A M I L I A.
Acentuó cada palabra y se volvieron como piedras sobre mi espalda.
– Tendrás dolores, como tu familia, sufrirás, como tu familia, te drogarás, como tu familia, serás feo, como tu familia, sufre nuestras enfermedades, como tu familia.
Su cuerpo flotaba como una nebulosa un poco más arriba del suelo, y la cara iba apareciendo cada vez más clara.
– No llegarás a nada, como tu familia, serás triste, como tu familia…
Todas las voces en un coro me repitieron la misma frase.
– Sé nosotros, sé nosotros, no seas tú.
La cara se volvió clara mientras repetía sus últimas palabras y la reconocí, las reconocí.
Como el espejo en casa de Ángeles.
Mi padre, Mi madre, yo.
Me levanté dando un grito.
El olor de la ciudad llegaba a mi habitación.
Escuché sirenas de ambulancias, me asomé corriendo, mientras abría la ventana el olor fue insoportable. Eran las doce del mediodía, Panero estaba sentado frente al parque de casa mirándome sin decir una palabra. El cabildo amanecía con una eme mayúscula que cubría toda la fachada del edificio, la más grande hasta ahora.
Dos muertos más allá, tirados en la calle.
Suena mi móvil, vi que era Ángeles la que me llamaba ese sábado 14 de Abril.
– Todo se está poniendo muy peligroso, Helio, algunos de nosotros están sintiendo los primeros síntomas, estamos teniendo pesadillas, seguro que tu también, pero resiste estas últimas horas hasta esta noche, todo se resolverá en La Fuente Luminosa. No te dejes abatir, sé fuerte, ahora son los momentos más difíciles pero los más importantes, convoca a todas las personas que conozcas para esta noche. Para que algo nazca, algo tiene que morir. Ten cuidado, no obstante , la ciudad está soltando lo último, el mayor miedo que lleva acumulando desde hace años.
Los miedos individuales y los colectivos nos están siendo devueltos en sueños y agresividad. Ten mucho cuidado, sigue con tu vida normal, pero ten cuidado.
Ese día se me antojó largo, tenía que terminar una ruta para adelantar el estudio, tocar puertas tal y como está la ciudad, no iba a ser una empresa fácil.
Pero esa noche se resolvería todo.
Hoy martes las noticias en televisión comienzan a sospechar de un grupo que se organizó por internet para cometer esos actos el sábado por la noche, desde Las Palmas a Madrid, todas las grandes ciudades se habían puesto de acuerdo para que a la misma hora sucediera lo que también sucedió en La Fuente Luminosa y que nos hizo despertar, unos lo acusaban de terrorismo, pero otros como acto de rebeldía.
Fue increible lo que vivimos el sábado por la noche. Aún me queda la marca en la mano izquierda, pero confío en que se me irá quitando poco a poco ahora que todo ha vuelto a la calma, después de vivir lo que viví.