… no sé qué tengo hoy.
Esta mañana me acerqué a hacer la compra y la cajera me miraba extrañada y no paraba de reirse. ¿Tendré algo en la cara? Me dio esa ansiedad repentina que a uno le asalta cuando cree que pasa algo de lo que no tiene ni idea pero que sabe que va con uno.
La cajera me miraba con los ojos llorosos haciendo esfuerzos para no reirse pero no lo podía controlar del todo, rompió a reirse de forma estridente.
Me puse rojo como un pimiento, salí escopeteado del supermercado pensando que quizás tendría alguna mancha, el peine aún pegado a mi pelo puesto por olvido como le pasó a un profesor que tuve en la escuela en un pasaje de su infancia, todo el mundo riéndose de él.
Eso sería para mí una auténtica pesadilla.
Miré rápidamente mi cara en el espejo de un coche y no notaba nada fuera de lo común, mi enorme nariz seguía en su sitio, mis ojos y mi boca en – como siempre – desarmonía y no tenía ningún moco fuera de la cavidad nasal.
Qué raro.
Mientras caminaba hacia mi casa me fijé en una pareja de jóvenes que se besaban apasionadamente en la plaza Bravo Murillo. Me miraron casi casualmente, dejaron de besarse y en una mirada de mucha complicidad, esbozaron una sonrisa y de forma incontrolable las risas se escuchaban sobre el tráfico.
Joder, ¿Qué pasa?
Me miré la camisa, los pantalones. La bragueta la tenía cerrada. Ya sé, una raja en los pantalones, en la zona del culo, me pálpé, nada.
¿Lo tendré manchado? Sí, será eso, tiene que ser la «des comida» en un desliz por mí no mirado.
Abro la puerta de casa, cierro, y sin llegar al baño me miro los pantalones. Culo limpito e inmaculado.
¿De qué se reían esos dos poyuelos?
Qué raro.
Preparo la comida, verduras hervidas, todo puesto con agua y un poco de Chorizo Revilla en tacos para darle algo de gusto.
Esta tarde toca hacer encuestas telefónicas sobre temas políticos ¿Qué deparará el futuro en las próximas Elecciones Municipales?
Toda una incógnita, los partidos principales están casi empatados y la crispación por el caso del 11M y el tema de ETA es el único discurso de la derecha actual.
Seguí con mis reflexiones acerca de la política mientras ponía las verduras a hervir y encendí la televisión, me gusta ver los debates por la mañana en las diferentes cadenas y así seguir teniendo una opinión más global acerca de lo que pasa en este país.
Nada más encender la tv veo a los tertulianos riéndose sin parar, miraban a la cámara y se reían. Vaya crisis de paranoia me dio.
Publicidad.
Apago la tele.
Me tomo un café.
Me conecto al Messenger y veo un par de nicks con varios «Jajajajaj» abro un par de ventanas de conversación y sólo me responden con risas.
Nada, no hay caso, hoy es uno de esos días donde es mejor dejar fluir  como dice Jorge Santana en una de sus maravillosas canciones.
Las verduras, riquísimas, como bastante – tengo que adelagazar – y me tengo prohibido comer Nocilla o cualquier golosina entre semana.
Me preparo, me visto, agarro la agenda y el MP3, sigo con Queen.
Espero la guagua, subo, el chofer me mira, adivino en su cara una cierta sorpresa, el chófer ser rie.
Joder, qué coño pasa.
¿Serán mis pelos largos? ¿Será mi barba sin afeitar de tres o cuatro días?
Dios…
Pago el billete, camino por el pasillo de la guagua y la gente me mira, cuchichea y se rien.
No paro de maldecir en mis adentros.
Me siento en la parte de atrás, bien escondido, estoy empezando a tener complejo de bicho raro.
Veo que el asiento a mi izquierda queda libre pero la guagua se va llenando de gente, me miran, se rien y nadie se sienta.
Me miro la camisa blanca, inmaculada, bien planchada – siempre me ha gustado el color blanco para vestirme, incluso para dar conciertos me gusta ponerme una camisa blanca, además, contrasta con mi moreno, no tan destacable de último porque no he ido a la playa, pero me gusta cómo me queda ese color.
No hay forma de que nadie se siente a mi lado y además, me miran con cara de esorrúos mientras se rien, algún chico jovencito incluso se atreve a señalarme y comentar algo con el otro joven que está a su lado.
¿Dónde me entierro? ¿Qué tengo hoy?
El libro que me estoy leyendo lo puse delante de mi cara para pasar más desapercibido.
Llego a la parada, toco el timbre.
Una mujer me mira muy sorprendida.
Se rie.
Juan Rejón se extiende casi partiendo La Isleta del resto de la isla, huele a mar, negocios de bares chinos y tiendas de hindús pueblan toda la zona.
Chicas jovencitas pasan cada vez más cerca a mí y se rien, la belleza canaria es extraordinaria, es que las mujeres que tenemos en esta tierra son las más hermosas de toda España.
Cuando me dejaron unos pasos atrás les entendí que decían: «Sí, se parece» en medio de risas.
Queda poco para llegar a la oficina.
¿A quién me pareceré?
Ahora sí que me dejaron con la intriga.
Llego al potal de la empresa, cojo el ascensor. Alguien entra rápidamente, es una mujer que busca algo en su bolso, me mira, pone cara de sorpresa y se sonríe.
– ¿Sabes que te pareces mucho a….?
– ¿Disculpe?
– Ay, perdona, me bajo aquí.
Se va dejándome con la intriga.
LLego a la oficina, Anita Thomsen me ve y se rie.
No paraba de reirse mientras abría sus ojos enormemente azules.
Me puse verdaderamente incómodo, le pregunté a esos enormes ojos azules acerca del motivo de su risa  antes de ponernos con las encuestas telefónicas.
Me responde algo que me hace comprenderlo todo.
– ¿No te han dicho nunca que te pareces a Rafael Amargo?

Saludos.