… tirado en la calle.
De verdad, no me lo podía creer, justo un par de calles más allá de Tomás Morales venía escuchando a Queen en el MP3, se me cayeron las llaves debajo de un coche, me agacho para buscarlas y ahí lo veo.
Al princpio, los dos o tres primeros segundos, pasó desapercibido a mis ojos pero una vez localizado comencé a sudar con esa extraña alegría que se producen en los imprevistos felices.
Cogí primero mis llaves e imediatamente estiré aún más el brazo para coger el billete, no alcanzaba, me puse nervioso, me quedaba sólo un poco…
Revisé en mi mochila saqué un bolígrafo y con la punta, yo agachado con una extraña postura teniendo cuidado para no mancharme con el sucio suelo y la grasa del coche, lo fui acercando poco a poco.
Era mío, mío, sólo mío.
Miré alrededor, no había nadie mirándome, nadie con gesto de buscar «algo» perdido, no me lo podía creer, ¡500 euros sólo para mí!
Pensé que este mes tenía resuelto el alquier, el ADSL y alguna cosita más. ¡La vida es maravillosa!
Me metí el billete no en la cartera sino en el bolsillo derecho del pantalón y puse cara de que no pasaba nada. Seguí observando la calle, nadie lo buscaba, parecía que el billete me buscaba a mí.
Seguí escuchando a Queen, «Under Preassure» sonaba en mi MP3, quería ponerme a bailar de emoción dar saltos de alegría, las cuentas este mes iban a estar redondas, entre lo que iba a cobrar en las dos empresas de encuestas y este prodigioso encuentro me podía permitir incluso algún pequeño lujo.
Recuerdo que mi hermano siempre tuvo mucha suerte desde pequeño, cuando caminábamos por la calle se encontraba monedas, billetes, carteras… Incluso una vez me comentó que en un concierto al que fueron en Fuerteventura junto a su compañera se habían gastado todo el dinero sin darse cuenta, o lo habían olvidado, no lo recuerdo bien, pero el asunto es que al momento de entrar al concierto se encontró una suma de dinero que le permitió salvar bien la noche.
Siempre fue así, mi hermano tuvo toda la suerte que yo no tuve, pero esta vez todo había cambiado, 500 euros en mi poder.
Caminé algo más deprisa haciendo cuentas, esta vez sonaba en el MP3 «Another one bites the dust», pensaba en fechas de cobro, pagar el alquiler, sí, iba a estar este mes y algo del siguiente bastante más sobrado.
El concierto homenaje a Silvio que dimos en el Víctor Jara enclavado dentro del Espal me había hecho ganar un dinerito, más esto, buf, bastante salvado.
Me puse la mano en el bolsillo, me asusté, el billete no estaba, por más que rebusqué no estaba, ¡Cojones, el bolsillo tiene un agujero! Rápidamente me apreté lentamente en toda la pierna del pantalón hasta que di con el billete, quería escapar como un bicho enjaulado pero volví a recuperarlo, esta vez lo cambié de bolsillo, apuré mis pasos para llegar a casa y poner el billete sobre la mesa.
¿Y si era falso? ¿Y si era una broma de alguien? ¿Algún programa de esos de cámara oculta donde pillan a la gente haciendo los disparates mayores?
Miré para todos lados, todo tenía aspecto normal, aquieté mis paranoias y me centré en el paso veloz hacia mi casa.
Abrí la puerta miré si había correo y sí, me esperaba una carta, cuando intenté abrir el buzón la llave se me partió y se quedó ahí medio pegada. Vaya mala suerte.
Pensé en llamar al presidente de la comunidad para decirle de este problema y cómo solucionarlo, en fin, llegué a casa.
Fui antes que nada a poner una lavadora y hacer un café. El billete seguía en su sitio con su tacto característico, aún no me atreví a sacarlo y mirarlo bien.
La lavadora no me quería funcionar, hice todos los pasos, apreté todos los botones pero nada, no había forma de que funcionase. Qué raro, es nueva, no tiene porqué dar problemas.
Otro problema más que solucionar.
A esperar unos minutos para tomarme el café, ¿Qué demonios voy a hacer ahora con toda esta ropa que no puedo lavar? Ahora a llamar al servicio técnico, vaya putada.
Me vine para la habitación a mirar el billete, el hermoso billete.
Era perfecto, color rosado, grande, más grande que lo billetes habituales.
No había defecto en lado alguno, lo miré a contra luz, sí, es verdadero, ¡Qué suerte tengo!
¡El café! Se me había olvidado por completo, fui rápidamente a apagar el fogó donde tenía la cafetera.
Vaya mierda, se me ha derramado la mitad, ahora a limpiar de nuevo todo después del trabajo que he tenido hoy.
Me tomé el resto del café que quedaba y me supo a rayos, estaba horrible, excesivamente amargo.
Pero me encontré un billete de 500 euros.
Fui a llamar a Birgit por el teléfono fijo para comentarle la feliz noticia.
El teléfono no funciona. Dios… ¿Y ahora esto? Marqué varias veces, nada, no se escuchaba nada, probé con enchufarlo y desenchufarlo, tampoco pasaba nada.
Comencé a ponerme nervioso.
El billete seguía ahí aún, inamobible, recordándome que este mes iba a estar más aliviado, eso sí, contando conque el servicio técnico de la lavadora tampoco me cobre demasiado.
Volví a coger el billete lo miré de frente le dije en voz alta que iba a ser la salvación de este mes.
Pero, ¿Y la persona que lo perdió? ¿Qué pasaría con ella? Buf, eso no lo quería ni pensar.
Ahora me fijé en un pequeño detalle en el billete, me fijé mejor, había algo escrito en uno de los bordes.
Una dirección de correo electrónico.
Vaya, ¡Qué cosas!
¿Qué hago? ¿Lo agrego a mis contactos del messenger? ¿Le mando un mail?
Una dirección bastante curiosa: leordstagg@hotmail.com.
¿Porqué tiene un email escrito el billete?
Eso sí que me llamaba la atención.
¿Lo agrego? leordstagg@hotmail.com
La verdad es que la curiosidad me puede, pero, ¿Y si me reclama el billete?
Puse música en el PC, seguí escuchando a Queen, «We are the champions» Eso, eso era yo, un campeón, un billete en mis manos sin esfuerzo alguno.
Como ganarse la lotería de la calle.
¿Cuántas veces pasaba una cosa semejante?
Me voy al baño.
Joder, no hay agua, no sale agua por ningún sitio de la casa.
¿Qué diablos está pasando?
Como esto siga así voy a volver a la Edad de Piedra, sin remisión.
Probé los grifos de la cocina, del otro baño, nada, no salía agua por ningún sitio de la casa.
Comencé a desesperarme.
«One Vision» llegaba a mis oídos, Queen alivia las penas momentáneas, por lo menos ayuda a hacer algo más feliz el alma.
¡Un billete de 500 euros! ¡Joder, soy feliz!
Me reí en alto, fuertemente.
Golpes en el techo del baño, qué raro.
¿Qué diablos hago con el email del billete?
Me fui a la calle, a una cabina a llamar al servicio de la lavadora, a Birgit, al presidente de la comunidad. Frente a casa hay dos cabinas.
Bajé las escaleras a toda prisa, di un paso en falso, casi me caigo, me doblé un pie, qué dolor.
Las cabinas ocupadas, esperé pacientemente unos minutos hasta ver si alguna de las dos personas las liberaba. Ni por asomo, metió cada uno de las que las ocupaban monedas de dos euros.
Caminé por Tomás Morales en dirección al Obelisco, había más cabinas.
Leí la pantalla de «inserte monedas» y así lo hice, se la tragó, no daba la llamada, me había quedado si mis 50 céntimos.
Cojones, vaya mierda.
Busqué la siguiente cabina, esta vez probé con una moneda de 5 céntimos a ver si funcionaba.
«Inserte tarjeta, no monedas»
Mierda.
¿Se había confabulado el mundo en mi contra?
Volví resignado a casa a ver si las cabinas estaban liberadas.
En efecto, fui rápidamente a llamar.
Birgit no estaba en casa, le dejé un mensaje en el buzón de voz.
El presidente de la comunidad no daba señales de vida.
Un golpe de buena suerte y tantos seguidos de mala, a veces los días no son lo suficientemente propicios.
Volví a casa, tenía hambre, quería prepararme algo de comer, quizás una pasta con verduras me vendría bien, tenía el estómago famélico.
Me asaltó la duda de si ahora también se me iba a fastidiar el gas.
Pude encender sin problemas.
Abrí la nevera, vaya, las verduras podridas, ¡Pero si las compré frescas de ayer!
Quedan 10 minutos antes de que cierre el supermercado.
Corrí a toda prisa para llegar a tiempo.
Escapé por los pelos antes de que me cerrase, suerte que el «Cerca» está justo al lado. No encontré todas las verduras que quería, en fin, quizás mañana sea un mejor día.
Bueno, seguro que lo sería cuando adelantase el pago del alquiler.
Otra vez a casa velozmente, el estómago me rugía del hambre, para ir aquietándolo un poco me preparé un trozo de pan con queso ahumado.
Preparé el refrito, la casa se iba impregnando de un olor agradable.
Volví a pensar en el billete, en el mail que estaba escrito.
Vuelta a la cebolla y los pimientos, piqué ajos, se los puse.
¿Y si le mando un mail? Pero, ¿Qué le digo?
«Buenas noches, me he encontrado un billete de 500 euros en la calle tenía su dirección, ¿Usted quién es?»
Ridículo.
El agua ya hervía, puse la pasta con un poco de aceite y sal.
Tocaron en la puerta, ¿Quién será a estas horas?
Buf, testigos de Jehová, con lo pesados que son.
Los despaché como pude, me dejaron un par de libritos donde se anunciaba el apocalipsis y los mayores desastres para los no creyentes, gracias al miedo las religiones recibían adeptos.
Se me quemó un poco el refrito. Bueno, un mal menor.
Ahora los calabacinos, la zanahoria y los guisantes.
Sí, con eso estará bien, un poco de tomate picado y me quedará tan rico como otras veces.
Volví a probar en el baño de mi habitación si había agua.
De los grifos no salía, no, salía del techo, se estaban formando unas burbujas de las cuales goteaban sin cesar gotas oscuras, el suelo estaba empapado, y sucio probé a tocar una de las burbujas y cayó un torrente de agua mayor durante un momento breve hasta que volvió el goteo.
No puede ser, esto no me puede estar pasando a mí.
Limpié el baño, puse unos barreños debajo del torrente de gotas. Procuré seguir tomándome las cosas con toda la calma que podía.
Dios, la comida.
Verduras algo carbonizadas.
Da igual, da igual, tengo un billete de 500 euros.
Pero tengo una ligera sospecha… no sé, algo me está diciendo que…
En fin, le mandé un mail a la dirección leordstagg@hotmail.com

Fin de la primera parte.